Estuvo tu voz, tu luz de aurora
pronosticando vida y alegrías sinceras.
Miré tu rocío que quería alcanzarme,
tu caligrafía dulce de discurrir constante,
e intenté ser la autora de las alabanzas excelsas
que tú pedías en tus borracheras de pasión extrema,
sin embargo,
hubo algo ínfimo inundando
los rosedales de mis versos
empañando mi pluma de signatura convexa
y la lepra corrosiva de la sospecha
la enfermo de muerte y me hizo llorar.
Quise, ¡oh cuánto quise elevarla!
ofreciendo libertad y arrojo
la llené de hinojos para disfrutar…
Pero tus dibujos de caracteres lacerosos
me terminaron de hundir
en la desconfianza…
Yo me refugio allí.
La suspicacia, aunque solitaria compañera,
me mece sin que duela como tu ofrenda,
que, descansaba en las sábanas
borrascosas del artificio.
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